A la caza del conejo
No puedo concretar exactamente la fecha, pero recuerdo que por televisión se estaba pasando la serie Starsky y Hurt. Unos días antes, Juanito el molinero había quitado las vacas que tenía en la gañanía. Junto a la misma estaba la piconera que valló para criar los conejos que cavaron sus madrigueras en el picón. No pudo atraparlos a todos porque se escondían en el laberinto de túneles. En concreto el que nos ocupa tenía una puerta trasera.
Así las cosas, nos reunimos Manolito, Paquito Monzón y yo para intentar atrapar al conejo, un enorme macho blanco con manchas negras. Empezamos a acorralarlo, pero no había manera; a uno de nosotros se le ocurrió la ingenua idea de encender una hoguera en una de las entradas de la madriguera, y aventando el humo obligaríamos al conejo a salir por la otra, donde lo estaríamos esperando con un saco abierto y dispuestos para que el conejo solito cayese en la trampa.
Nos pusimos manos a la obra, buscamos fuego y un cartón para avivarlo. Al prenderlo se descontroló debido a que lo habíamos hecho colocando unas hierbas secas sobre el montón de estiércol de los conejos, que era más combustible que el heno. El fuego se extendió rápidamente; localizamos un caldero viejo y unos cacharros, y subimos a toda mecha al pozo que tenían para dar de beber a las vacas. Entre el espeso humo que no nos dejaba ver, la limitada capacidad de los cacharros y lo lejos que estaba el pozo del incendio, nos estaba poniendo fea la cosa. En esos momentos vimos que se acercaba el coche del dueño de la finca. Tuvimos que batirnos en retirada, bordear el albercón y salir al inicio de la calle. A mitad de camino bajamos por la acequia y nos sentamos a preparar la cuartada. Decidimos que lo mejor era retirarnos discretamente a ver la serie de moda, sin antes jurar que no diríamos nada a nadie de lo sucedido.
A medida que nos acercábamos a nuestras casas, pudimos ver la magnitud que el fuego estaba tomando, el humo era asfixiante y los vecinos empezaron a salir a la calle alarmados. En ese momento, apareció mi hermano con unos baldes, y en unos instantes nos vimos todos haciendo una cadena humana entre el pozo y la piconera. Finalmente pudimos sofocarlo.
Ah, del conejo nada más se supo.