Andamana y su mascota
Érase una vez en un reino muy lejano, una princesa que tenía una mascota muy particular… Bueno, en realidad ese reino solo era lejano en el tiempo, pues esta historia transcurre en la isla de Tamaran.
La joven Andamana se adentraba en las tenebrosas cuevas que comunicaban el palacio de los guanartemes con la necrópolis de la Guancha. Durante años los había recorrido, guiada por su fiel mascota Guayota.
Guayota era un murciélago que Andamana había aturdido golpeándolo al batir una caña a la salida de una cueva. Tras domesticarlo lo usaba para guiarse por aquellos laberinticos pasadizos en la oscuridad.
Estos túneles eran una especie de jameos creados por la acumulación de cenizas volcánicas cubiertas por dura lava solidificada. Con el tiempo y la acción continuada de las lluvias, el agua que discurría por aquellos barrancos subterráneos, fue retirando las cenizas, dejando al descubierto aquellos largos corredores que llegaban hasta el mar.
Andamana, gracias a sus habilidades como estratega, se convirtió en reina de la isla, pero poco a poco, las responsabilidades del reino no la dejaban dormir.
Todas las mañanas se despertaba desnuda, a la entrada de los graneros situados en lo alto de los acantilados del noroeste de la isla. Desde este lugar se podía otear gran parte de la costa norte, entre la isleta y la montaña de Agáldar.
La misma pesadilla se repetía día tras día: Desde allí, justo antes de salir el sol, divisaba las naves de los conquistadores desembarcando en la playa situada en la desembocadura del barranco.
Sabía que la premonición que le había hecho el faycán de Telde estaba próxima. Finalmente sería su descendiente, Tenesor Semidán, quien se rendiría a los castellanos.
Es verdad que la historia la escriben los vencedores, pues a ese lugar se le conoce con el nombre de barranco de Silva, en honor al soldado castellano que dirigió las tropas, y no con él de Doramas, que fue el canario que finalmente dio la vida en la defensa de la isla y cuya primera batalla se libró en ese lugar.
Andamana y su mascota - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez