Échale pronto y saca brillo.
Cuando de pequeño me llevaron por primera vez a la barbería para cortarme el pelo, me resistía con todas mis fuerzas. Imagino que me impresionaba ver aquel sillón tan alto, y al barbero con el enorme babero a modo de capote, para entrar a matar con las tijeras en la mano; pero lo que realmente temía era que al cortarme el pelo me doliese. Ya me dolía cuando me cortaban las uñas, más cuanto más me resistía. ¿Por qué no me iba a doler el pelo?
Una vez superado el miedo de la primera vez, me gustaba ir. Era el lugar de encuentro de los hombres, donde se nos permitía estar a los niños y escuchar sus conversaciones, siempre que no se percataran de nuestra presencia.
Estuve yendo al mismo establecimiento durante años; pero cuando empecé a trabajar en Las Palmas, me resultaba más cómodo ir a la peluquería que Paco Castellano, el exjugador de la Unión Deportiva Las Palmas, tenía en el Corte Inglés.
Era curioso, que cuanto menos pelo tenía, más cara me salía la pelada. La gota que colmó el vaso fue cuando una de las peluqueras, después de cortarme el pelo casi al cero, me dijo de forma automática:
—¿Le pongo laca?
Tratando de tomármelo con humor le respondí:
—¡No! ¡Mejor! ¿Por qué no me echas pronto y sacas brillo?
A partir de entonces no he vuelto a entrar en una peluquería. En realidad ya no lo necesito.
Échale pronto y saca brillo - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez