El premio
Había sido un día duro, cada vez llevo peor esto de los viajes relámpagos, levantarte a las cinco de la mañana y volver a casa pasada la media noche, y luego ir a trabajar al día siguiente. Y lo peor de todo fue que no conseguía conciliar el sueño. Entonces me fui al salón y puse la tele; a esas horas de la madrugada solo emiten la teletienda y alguna reposición. En el canal autonómico estaban dando un cultural y decidí dejarlo.
Las imágenes son en blanco y negro, pero no parecen antiguas, aunque por los acontecimientos que se relatan pude situar la historia unos ochenta años atrás.
Están entrevistando a una pareja de recién casados, aunque él es viudo y se nota que ha pasado por muchas dificultades, se le ve ilusionado. Ella debe rondar los 45 años y sabe que ya no podrá tener hijos. Criará los que tuvo su mejor amiga con el que será a partir de ahora su marido. Los conoce muy bien, pues los había visto crecer, lleva viviendo de alquiler con aquella familia muchos años, desde que vino al pueblo a trabajar.
Juana le había prometido a Alejandra en su lecho de muerte que cuidaría de Gregorio y de sus cinco hijos vivos. Gregorio es un hombre con un gran sentido práctico, y aunque quería a su mujer, tan pronto se cumplió el luto decidió ponerle fecha a la boda; sus hijos necesitan una madre, en especial, la más pequeña: Amadita, de solo cinco años.
Durante la entrevista solo habla él, Juana está atenta a los niños, sobre todo a la más pequeña, cuando la mira se desprende una imperceptible sonrisa. Hasta ahora solo era su ahijada, pero a partir de ahora sería su hija. Todos estos datos que se iban aportando de forma natural durante la entrevista los completaba con mi imaginación, o quizás con mi memoria más lejana.
Lo cierto es que yo conocía esa historia, era la de mis abuelos. No entendía nada. ¿Cómo era posible que esas personas de la tele viviesen una vida paralela a la de ellos?
Durante la publicidad fui a buscar el álbum de fotos a casa de mi hermana, que vive cruzando la calle. ¡No era posible! Allí estaba la foto de la boda de mi abuelo en segundas nupcias, él con su terno y ella con un vestido claro con unos botones muy originales.
Todavía no había salido de mi asombro cuando se reanudó la programación. La voz en off del locutor me aclaró de lo que se trataba. Era una nueva serie donde se adaptaban para televisión relatos cortos de autores canarios. Entonces recordé que tiempo atrás había participado en un certamen y nunca había recibido respuesta. Mi relato era uno de los elegidos y lo habían adaptado al formato televisivo.
Estaba tan impactado que hasta transcurridos unos días, no se me pasó por la cabeza preguntarme cómo lo habían hecho sin contar conmigo. Tengo que presentar una denuncia, pero antes tendré que leerme las bases del certamen, no sea que ese sea mi premio: la sorpresa de ver mi historia proyectada en la pequeña pantalla.