El servicio militar, los mejores años de mi vida
Así respondía a quien me preguntaba donde había hecho la mili. En realidad, pasé más tiempo en el cuartel de Las Rehoyas solicitando prórrogas por estudios, que en el regimiento de artillería de la Isleta.
Como me quedaba pendiente una asignatura para terminar los estudios, solicité la ampliación de la prórroga. Pero la aprobé en una convocatoria extraordinaria y decidí anularla.
Mis compañeros de carrera fueron en el primer reemplazo. Pero como lo mío fue una anulación, entré el segundo.
Recuerdo que al llegar al cuartel el sargento que me recibió dijo:
— ¡Ostras! ¡Sí éste es más viejo que yo!
A lo que respondí:
—¡Eso parece, mi sargento!
No era cuestión de empezar con mal pie.
Como era el único recluta con estudios de ese reemplazo el sargento me tenía leyéndole la constitución y otras normas al resto de soldados. Me llamaban el intelectual, imagino que en parte por las lecturas y en parte por las gafas redondas que llevaba en ese entonces.
Debido a mi lesión de la espalda, presenté un informe médico solicitando la exclusión. Mi estancia en el cuartel fue únicamente el necesario para que el tribunal médico resolviese mi petición. Todos me trataron muy bien, salvo el barbero, que sabiendo que me iba a librar me rapó la cabeza.
Incluso me dieron permiso de fin de semana. Yo me las apañaría para bajar desde la isleta hasta Guanarteme, y mi novia me iría a buscar con el panda desde Gáldar. Bueno, ese era el plan. Quedamos en encontrarnos en la plaza del Pilar. Llegué, la esperé, y la esperé; y no llegaba. Pasados más de 40 minutos de la hora acordada, la veo aparecer por una esquina con cara de pocos amigos. Al acercarse fue cambiando el semblante y nos abrazamos. Todo el tiempo me había estado esperando al otro lado de la plaza. Viendo que yo no llegaba cerró el coche y se echó a caminar preocupada. Cuando me vio allí sentado en el suelo y rapado al cero, se le pasó el cabreo y la preocupación que tenía, y sólo pudo abrazarme.
Una vez exento del servicio, recibí un giro postal de alrededor de doscientas pesetas de un desconocido. Como en el remite aparecía su teléfono, lo llamé y me dijo que se trataba de mi sueldo de soldado. O sea, encima me pagaron.