El tesoro del museo
Tras oír al profesor hablar de aquel santuario de las letras canarias sentí un impulso irrefrenable de regresar a la casa de don Benito. Estaba contemplando su retrato cuando vi sobre el escritorio un ejemplar de la isla del tesoro. A su lado dos llaves atadas a un candado. Al intentar abrirlo pude comprobar que las llaves no giraban. Intrigado cogí el libro, entre sus páginas había un sobre que marcaba una ilustración. Antes de retirarlo memoricé la página, dejé el libro en su lugar, abrí el sobre y empecé a leer.
«Hola, por fin has venido. Si estás leyendo esto imagino que te estarás preguntando que encierra esta llave, ¿verdad? Eso es precisamente lo que debes averiguar. Solo tienes que buscar por los siete mares una isla semejante a la descrita en la página señalada por el sobre, ¿la recuerdas? Con el mapa y la ruleta de letras podrás descifrar el mensaje. Ah, debes emplear la trigonometría».
El mensaje codificado era el siguiente:
TRDSZR UV NZKZGE
Tras mirar detenidamente el mapa, encendí la tablet y empecé a buscar por el más familiar de los 7 mares —El Mare Nostrum.
Al cabo de unos minutos la vi, allí estaba, era la isla de Mallorca, orientada de otra forma y con una cartografía más antigua, pero era ella. Ayudado de un programa gratuito de edición gráfica, volteé el mapa horizontalmente y lo giré 120º en sentido contrario a las agujas del reloj. ¡Eureka! Coincidían a la perfección. Pero, ¿de qué me servía ese descubrimiento? ¿Qué tenía que ver Mallorca con la isla del tesoro? ¿Cómo podría encontrar el candado y lo que éste encerrase?
Volví a leer las pistas del mensaje: Ruleta de letras, trigonometría.
—¡Claro, ya lo tengo, el mapa está girado 120º. ¿Y si hago lo mismo con el rosco de Pasapalabra?
Cuando terminé de descifrarlo el mensaje decía:
Cambia de visión.
Pensativo rodeé el escritorio y allí lo tenía ante mí.
—¿Y si la llave abriese un cajón del escritorio?
Entonces la introduje en la cerradura y giró. En el fondo del cajón había un manuscrito amarillento y apolillado que decía: Mis memorias secretas.
—¡Oh, Dios mío! ¡Las Memorias de don Benito! Llamaré a Santiago, quizás aún estemos a tiempo de salvarlas.