El último cumpleaños
Cuando mi hija Coré era muy pequeña no disfrutaba de los cumpleaños. Se los pasaba llorando. A lo que más miedo le tenía era a la piñata. Imagino que ver caer todas esas chuches encima de ella y el posterior griterío de los otros niños, no le resultaba nada divertido.
Pero eso era los primeros años. Con el paso del tiempo los disfrutaba como la que más. No sólo el día, sino varias semanas antes haciendo los preparativos y pensando los regalos que iba a recibir.
Lo cierto que para mí resultaba agobiante oír ese guineo todo el día y solía dejarlo en manos de mi mujer. Pero aquel año, no recuerdo si fue el cuarto o el quinto, ella estaba muy atareada, su madre estaba ingresada y prácticamente no tenía tiempo.
Así que venía Coré, a vueltas con el dichoso cumpleaños. Tan harto me vi, que le espeté:
—¿Sabes? ¡Este es el último cumpleaños que te vamos a celebrar!
Me miró, se le llenaron los ojos de lágrimas, y sollozando me dijo:
—¿Entonces no voy a crecer más?
A poco estuve de ponerme a llorar con ella. Aparté la mirada y la abracé.
Desde ese día me contengo un poco y pienso algo más lo que voy a decir. Nunca sabemos cuánto daño podemos hacer con nuestras palabras. Para que luego digan que los padres no podemos aprender de los hijos.
Fotos: Coré celebrando el primer y quinto cumpleaños.
El último cumpleaños - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez