Entrevistas de trabajo

Cuando estaba estudiando deseaba dejar de ser una carga para los míos y formar una familia. En el último año de carrera miraba todas las ofertas de trabajo que veía en los periódicos y que se podrían ajustar a mi perfil. En ese periodo entregué varios currículos y me presenté a tres entrevistas de trabajo:

La primera fue para un puesto de comercial representando la firma Balay, empresa española de electrodomésticos de línea blanca.

La entrevista tuvo lugar en el entonces hotel Bardinos. Me presenté en recepción con el recorte de periódico del anuncio, llamaron y subí a la habitación.

El amable señor me esperaba en la puerta, se presentó y luego a la empresa Balay. Me dijo que tomase asiento. En el hall dela habitación había una pequeña mesa traída al efecto con un tapete verde. Lo primero que hizo es pedirme la escueta carta manuscrita de presentación que solicitaban en el anuncio de prensa.

Después de leerla me preguntó por mi experiencia, estudios…

Al terminar me despidió diciendo que me llamarían si era seleccionado. Nunca me llamaron pero aprendí a enfrentarme a una entrevista, y pensé que debería prepararme más para la próxima.

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La segunda entrevista fue como comercial de la empresa Securitas. Esta vez fue en el chalet de Ciudad Jardín donde tenían la sede de Las Palmas. En esta ocasión, el entrevistador fue más directo, y tras una corta presentación fue al grano.

Primero me preguntó sobre mi experiencia comercial. A mi respuesta negativa apretó los labios, los infló como para tocar la trompeta y dijo:

—¿Cómo vendería este bolígrafo pilot?

Entonces, tras dudar un momento, lo cogí, escribí con él mi firma en un folio en blanco y empecé a describir las bondades del utensilio: Lo ligero que era, lo fluido de la escritura pues la bola se deslizaba con facilidad, y la ventaja de tener la almohadilla para no provocar un callo entre los dedos. Entonces le mostré los míos, que en aquella época eran muy abultados.

Aquel individuo me dijo que podría valer como vendedor, pero por la formación que tenía sería más útil en otra sección de la empresa, proyectando y poniendo en servicios sistemas de seguridad. También dijo que me incluiría en su base de datos para un futuro. Un poco decepcionado le di las gracias por su sinceridad. Entonces aquel hombrecillo se vino arriba y me dijo:

—Tengo una curiosidad. ¿Su firma es así habitualmente?

A mi respuesta afirmativa, me espetó:

—Debería cambiarla, es tan simple que resulta algo gilipollas.

Desde ese momento tuve claro que no iba a formar parte de aquella distinguida base de datos.

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La tercera y última entrevista fue en Ormazábal, una empresa del sector eléctrico fabricante de aparamenta y centros de transformación.

Me la hizo el representante en Canarias de la firma. Lo primero que me preguntó era si tenía algún compañero de promoción trabajando en Unelco. Al responderle afirmativamente noté que aumentaron mis posibilidades, de hecho fui preseleccionado. Pero cuando me dijo que la decisión la tenía que tomar su jefe que venía de Bilbao y que el puesto tenía un perfil más comercial que técnico, volví a ver mermadas mis posibilidades, como sucedió finalmente.

De todas esas entrevistas aprendí para la definitiva, la que tuve para entrar en mi actual empresa donde llevo 27 años trabajando.

Foto: Anagrama de las empresas.

Entrevistas de trabajo - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez