Haciendo negocios
Empezó a proponerme un asunto. Se trataba de distribuir productos de limpieza a domicilio. Pensé que era al estilo de Avón o Tupperware. Yo tendría más distribuidores que se dedicarían a la venta directa. Como no me vendría mal un dinerito extra, accedí a ir a una reunión donde me explicarían los pormenores del negocio. Después de dar más de mil vueltas y pasar por la misma rotonda varias veces, encontramos el sitio.
Cuando estábamos todos sentados llegó un señor que fue recibido con mucha expectación y murmullos. Por un momento, cuando se acercó al atril creí que iba a sacar una biblia. Pero empezó a hablarnos, escribiendo en una pizarra, de la estructura de distribución, de las patas del negocio, de la captación de nuevos distribuidores…
Y firmé el contrato, compré unos rotuladores, llené la alacena de productos de limpieza y me puse a trabajar.
Allí estaba yo preparando la primera reunión como distribuidor. Invité a varios amigos y empecé a explicarles el plan de negocio. Poco a poco la red fue creciendo y ya tenía un grupo de distribuidores.
Entonces me invitaron a una especie de simposium en El Castillo de Agüimes. El recinto estaba repleto de distribuidores de toda la isla, la puesta en escena era al puro estilo americano. Subió al escenario un animador que empezó a calentar el ambiente dando palmadas por encima de su cabeza. La eufórica masa empezó a imitarlo. Nosotros nos miramos y nos encogimos de hombros uniéndonos al resto.
De repente sacaron una caja al escenario sobre la que escribieron las palabras: Malo, negatividad, pesimismo. El orador dijo que debíamos desterrar lo que esa caja representaba. Tiró la caja sobre el público que, dándole manotazos, consiguió dirigirla hacia la puerta y echarla fuera del recinto.
Después de esa experiencia decidí leerme muy bien las condiciones del contrato, estudiando los pros y los contras. Para que el negocio funcionara debíamos estar captando nuevos distribuidores continuamente. El negocio estaba en captar nuevos distribuidores, más que el producto en sí. Los nuevos miembros debían pagar una cantidad para iniciarse en el negocio. De esta cantidad el captador se llevaba un porcentaje. Se trataba de una estructura piramidal, con métodos de captación muy parecidos a las sectas destructivas.
Una vez aclarada las ideas, sentí una mezcla de pena y vergüenza por dejarme engañar. Y lo que es peor, por haber mezclado a toda esa gente en aquella quimera. Entonces reuní a “mis distribuidores” y les expliqué la situación. Desde ese mismo día se acabó la aventura empresarial.
Luego supe que muchas personas llevados por esta fiebre, abandonaron sus trabajos y negocios en busca de fortuna, influenciados por “los predicadores” y sus libros de autoayuda que les sorbían el seso. Era tanta la influencia que ejercían en ellos, que no hubiesen dudado en tirarse al barranco si su líder se lo hubiese pedido.
Ahora, cuando ya han pasado más de 20 años, se ha puesto de moda los coaching de desarrollo personal, y me llega un tufillo parecido al de aquella experiencia.
Foto: Explicación de una estructura de distribución piramidal.