La fuerza de las palabras
Desde niño me quedaba atontado escuchando las historias que contaban los mayores. Lo dejaba todo y me sentaba frente a las visitas. Allí aprendí el poder que tienen las palabras cuando se pronuncian en un estado anímico determinado. Este es el caso de la doble maldición que profirió una anciana, y que se cumplió en toda su extensión.
Contaba esta vecina que una maestra estando embarazada tuvo un aborto espontáneo y murió debido a una intensa hemorragia; pero lo más aterrador de este luctuoso hecho fue que se produjo tras la maldición que le lanzó una anciana enajenada al perder el juicio en que la maestra se presentaba como testigo del conductor causante de la muerte de su hija. A la salida del juzgado la madre gritó:
—¡Juro que morirás ahogada en tu propia sangre!
Al poco tiempo la misma mujer perdió a su esposo atropellado por una moto cuando cruzaba la carretera. Ella presenció el accidente e increpó al motorista, que se defendió forcejeando mientras ella maldecía:
—¡Se te caerá la mano que hoy levantas contra mí!
Pasado los años el joven sufrió un atrapamiento trabajando con maquinaria peligrosa y tuvieron que amputarle un brazo.
A partir de ese día tengo la certeza de que la palabra tiene un carácter sobrenatural. Sea o no así, guárdate de causar daño con tus palabras.
Los que hayan vivido, o aun vivan en ese lugar, conocerán el caso, aunque no he mencionado los nombres de los protagonistas, por no considerarlo conveniente.
La fuerza de las palabras - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez