Las apariencias engañan
Al llegar comprobé que no estaba solo; delante de mí estaba una chica joven que tenía problemas con la inscripción. Luego supe que tenía dos nombres y se había inscrito con el segundo: Coré, como el mito griego de la primavera, y pretendía que la encontrasen por el primero: Patricia.
Supuse, atendiendo a sus vaqueros desteñidos, su vieja mochila y su camiseta morada, que probablemente sería militante de podemos. Al darse la vuelta y sonreírme, pude leer la inscripción de su camiseta. Entonces deduje que era un mensaje de la pastoral juvenil de la diócesis de Canarias.
Su deje era de la zona noroeste de la isla, Gáldar o Guía. Se notaba, por la forma de expresarse, que tenía estudios universitarios. De pronto su rostro me resultó tremendamente familiar y me sentí muy cómodo con ella; tanto que me senté a su lado y me quedé mirándola fijamente durante unos segundos interminables; sobre todo para ella, que de pronto espetó:
—¡Papá, que haces ahí como un pasmarote! ¡Atiende que ya Santiago va a empezar!
las apariencias engañan - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez