En el instituto
De mis seis hermanos, el único que había ido al instituto era Pablo. Pero pronto lo tuvo que dejar para desplazarse a Lanzarote y ponerse a trabajar en la construcción. Su aportación económica fue vital en aquellos momentos en que dos de mis hermanas se habían casado y ya no se disponía de sus salarios.
Ahora me tocaba a mí dar la talla para no defraudar las expectativas de mi madre y de mi hermano. Mi padre siempre fue más tajante. Cuando llegaba con las notas, me decía:
—Bien, veo que aprobaste este año, entonces puedes seguir otro más. Ya sabes que si no apruebas tienes que trabajar, aquí no mantenemos gandules.
Les aseguro que para mí era más que suficiente esa motivación para seguir adelante.
Pero el cambio del colegio al instituto me pasó factura. Yo que en la escuela tenía buenas notas, sobre todo en ciencias, en primero suspendí lengua en junio. Al recibir las notas me llamó la señorita Julia y me dijo, que por error en lugar del sobresaliente que me correspondía en matemáticas, me había puesto un suficiente. Como ya habían firmado las actas trataría de enmendarlo hablando con la profesora de lengua para que lo tuviera en cuenta en las notas de septiembre. En realidad no le puse más importancia al tema y en septiembre aprobé. La profesora de lengua era Lidia Calcines. ¿Quién iba a pensar que aquella joven profesora, con el paso del tiempo sería quien me animaría a escribir?
Antes de entrar en el instituto me hablaban de que las cosas allí eran más difíciles, que si las malas compañías, que si las drogas. Tengo que reconocer que a mí nunca me ofrecieron nada. Quizás por mi apariencia física corpulenta, o porque me veían mayor y de vuelta de todo.
Fueron buenos años, aunque con esa edad probablemente todo te parezca bueno. Allí aumenté ni círculo de relaciones. En el Saulo Torón estudiaban alumnos que provenían de todos los colegios del municipio y de la vecina villa de Agaete. Lo mejor era compartir aula con chicas, durante todo el tiempo que estuve en la escuela nunca asistí a clases mixtas.
De aquella época conservo grandes amigos, con los que viví numerosas historias, pero que no cuento para que ellos, que participaron activamente en las mismas, se animen a contarlas.
En el instituto - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez