Los juegos de siempre
Ahora se habla mucho de globalización, pero los niños de cualquier país siempre han tenido juguetes muy parecidos.
¿Quién no ha utilizado una llanta de bicicleta o una cubierta de moto como aro? Cuando era niño y me mandaban a un recado, si me dejaban llevar mi rueda lo hacía con más rapidez.
¿Y a los boliches? Se puede jugar de muchas maneras, la que yo recuerdo es el gua: Se hace un hoyo en el suelo; los jugadores tiran sus boliches hacia él desde una línea que previamente se ha marcado en el piso. El que conseguía meter su boliche dentro podía tirar contra los otros; si este no entraba, él que más se acercaba al gua era el que lanzaba primero hasta que uno caía en él y podía tirar contra los demás. Yo no tenía especial puntería, pero recuerdo más de un cocazo que me di contra otro contrincante, al acercarnos ambos al gua a recoger los boliches al mismo tiempo. Ni que decir tiene que las reglas eran cambiantes, no solo de un barrio a otro, sino también de un día al siguiente.
Otro juego con el que igualmente pasábamos tardes enteras entretenidos era lanzando el trompo; lo tiraba en el piso de cemento pulido de la alcoba de mi abuela, pues era donde más tiempo aguantaba girando. Todavía recuerdo sus gritos cuando lo escuchaba zumbando como un reactor; bueno, eso cuando aún estos se podían oír en nuestros cielos, porque entonces no existía tanta contaminación acústica como ahora.
En ese entonces, desde mi casa también se oía cada media hora las campanadas del reloj del templo de Santiago con toda claridad.