Momentos de distensión
Uno de los compañeros que más amenizaba la oficina y rebajaba el estrés diario, era el responsable del mantenimiento.
Al principio no estaba puesto con la informática y me pidió que le sacase unas fotos y se la enviase; al momento se acercó a mi mesa muy agradecido porque según él, había tenido el detalle de ponerle a la extensión de los archivos sus iniciales, jpg. Cuando le dije que esa extensión correspondía a un tipo de archivos de compresión de fotos, se lo contó a toda la oficina montando la juerga.
En otra ocasión tenía un problema con el ordenador y llamó al servicio de atención telefónica de IBM; cuando el técnico le pidió el código de barras que había pegado en el lateral del equipo, me guiñó un ojo y empezó a decir:
—Una barra fina, dos gruesas, otra fina…
Al otro lado del teléfono se oía:
— ¡No, no, así no, los números que están debajo!
Como tenía puesta la función de manos libres, lo estaba oyendo toda la oficina. Creo que el interlocutor tuvo que oír las carcajadas.
A menudo llegaba utilizando un par de palabras nuevas, que buscaba en el diccionario y las empleaba en todas las frases, según Dios le daba a entender; una vez le pregunte por un tema que llevaba empantanado desde antes de que yo entrase en la empresa y me espetó, entre divertido y autosuficiente con voz engolada:
—Es usted un neófito diletante en materias de esta envergadura.
Otras de las costumbres que tenía era inventarse citas que le venían bien según el caso, y se las adjudicaba a grandes filósofos o escritores; tengo que reconocer que alguna vez caí en la trampa; siempre las empezaba igual:
«Según dijo el gran filósofo…» o «como escribió tal escritor en sus memorias…»
Pero cuando más nos reímos fue después de llevar una temporada que no paraba de hablar de su perra; que si mi perra esto, que si mi perra lo otro; me tenía tan cansado, que le dije:
—Fulano, es lista tu perra, eh.
—Sí, muy lista.
—Solo le falta hablar, ¿no?
—Sí, es como una persona.
—Hay perros más inteligentes que sus dueños,
—Sí, sí —dijo entusiasmado.
—Tu perra es de esas ¿no?
—Sí, sí… —Entonces reaccionó, borrándosele la sonrisa de golpe, mientras los compañeros se escondían debajo de la mesa para reírse.
Aunque ya está jubilado, todavía cuando nos encontramos intenta cobrarse la broma.