Pa’ Pancho y ma’ Lola
Él era hermano de mi abuela Alejandra. Todas las referencias que tengo suyas son a través del filtro del cariño que ponía mi madre cuando nos hablaba de su tío y de ti’ Lola, como ella la llamaba. Me contó que Lolita solía tener ataques de asma y que Panchito se pasaba la noche en vela junto a su mujer, sentados espalda contra espalda, porque esa era la única forma que ella podía respirar durante sus crisis.
En 1930 y en un periodo de tiempo muy corto, tanto a mis abuelos como a Panchito se les murieron alternativamente varios hijos. Contaba mi madre que ella fue la que rompió la racha cuando mi abuela ya tenía guardado el dinero del entierro. Con posterioridad se concluyó que la enfermedad que padeció pudo ser la viruela, probablemente la misma que el resto de los hermanos fallecidos.
Panchito era un hombre recto de rosario diario y misa de siete los domingos. Fue cofundador con su hermano del grupo de adoración nocturna del pueblo. Más de una vez tuve que esperar que terminase de rezar el rosario, para que me despachasen la leche de sus vacas que ti’ Lola nos fiaba.
Pero antes, Panchito había emigrado a Cuba cuando su hija mayor era muy pequeña. Con la fortuna que hizo, que fue más bien poca, compró la finca de Majadilla, en el margen izquierdo de la calle. Pasado el tiempo en esos terrenos construyeron algunos de sus 9 hijos y varios nietos. En ese mismo margen se encuentra actualmente la plaza que lleva su nombre.
Foto: Panchito Reyes y Lolita Linares junto a un enorme racimo cortado de las plataneras de su finca.