Regalo macabro
Durante el recreo nos permitían salir del instituto y aprovechábamos para hacer nuestras travesuras. Recuerdo especialmente las visitas furtivas al cementerio viejo. Presentaba un alto grado de deterioro, con los nichos abiertos y los cadáveres a la vista; de ellos solo quedaban los esqueletos, el pelo, las vestimentas apolilladas y los ataúdes carcomidos. Entrábamos por la puerta lateral que estaba rota. Era imposible que las autoridades municipales no estuviesen al tanto de dicha situación.
En este cementerio, llamado de La Santa Cruz, se enterraron en una fosa común las víctimas de la epidemia de cólera que azotó al pueblo en el siglo XIX. La fosa estaba la derecha, entrando por la puerta principal, al pie de la antiquísima cruz de tea que daba nombre al cementerio. Por ella se ingresaba a la zona de las tumbas en tierra y por la lateral, a un nivel más alto, se accedía a los nichos.
Algunos alumnos decidieron llevarle como regalo a la profesora de Ciencias Naturales, una calavera y dos fémures imitando el símbolo pirata. Lo más sorprendente fue que ella lo aceptó encantada y sin hacer preguntas. Ha pasado tanto tiempo, que ya no recuerdo quienes eran los alumnos y menos aún quien era la profesora.