Reunión

Todos apreciaban al viejo cambullonero de aspecto amable y sonriente al que llamaban “El Capitán”. Desde que cesó la actividad del puerto franco, nadie sabía muy bien cómo se ganaba la vida. Todas las mañanas llegaba a la plaza con aquel uniforme, formado por su mohosa gorra calada hasta las cejas y el abrigo raído, que había conseguido en un barco americano. Se sentaba discretamente en un rincón y enseguida se le acercaba un enjambre de chiquillos procedentes de los barrios marginales. Aquel era su lugar de reunión, antes de repartirse por toda la ciudad, para trabajar como limpiabotas. Al pasar por la plaza a comprar el periódico camino del trabajo, los observaba ensimismados escuchando sus historias. Como hacía unos días que no los veía, señalando al rincón, le pregunté al Quiosquero:

—¿Y dónde metió a la tropa hoy? Se les echa de menos.

—¿No se ha enterado? Precisamente hoy viene en la portada de su periódico. La policía se los llevó detenidos a todos. Al parecer el viejo era un traficante. Escondía la droga debajo de su abrigo, y entre relato y relato iba repartiendo las papelinas a los miembros de su red, que las guardaba entre los trapos impregnados de betún, para que no fueran detectadas por los perros.

Reunión - (c) - Rito Santiago Moreno Rodríguez