Sara ya es universitaria
Sara aprovechaba que la madre la dejaba a mi cuidado para llenar el pañal.
Tere tenía que darle la mano a través de los barrotes de la cuna para dormirla, y si trataba de soltársela se despertaba. En alguna ocasión intenté cambiar la mano de la madre por la mía, pero no había manera. Una vez me la tendió y yo todo ilusionado fui a cogérsela, entonces me depositó en la palma un tremendo moco.
A medida que fue creciendo empezamos a descubrir su capacidad para observar y razonar. Con dos años, la madre le dijo que se metiera debajo de la cama para que sacara un juguete. Entonces Sara le indicó por señas que esperase y fue a buscar un cepillo de barrer, y también por señas le indicó como usarlo para sacarlo.
En otra ocasión, estando con su prima adolescente, que trataba sin éxito de abrir el envoltorio de una pajita para beberse un zumo, de frutas de los que vienen en tetrabrik, se le acercó, cogió la pajita, señaló la muesca que indicaba la marca por donde se debía tirar para abrirlo, y con la misma la extrajo. La prima asombrada exclamó:
—¡No me fastidie con esta mocosa!
Con el tiempo ha aprendido a hablar y ahora es peor, ahora tiene respuesta para todo. Una tarde llegué del trabajo y la sorprendí viendo la tele al tiempo que fingía estudiar hojeando el libro, entonces le dije:
—¡Sara! ¿Tú no tenías que estar estudiando? ¿Qué haces viendo la tele?
Entonces, sin inmutarse me dijo:
—Papá, soy mujer y puedo hacer dos cosas a la vez.
Hace algún tiempo que tiene novio. Yo como padre, entre preocupado y divertido, quise ponerla a prueba y le pregunté:
—¿Qué te atrae de él, su físico o su inteligencia?
Tras una brevísima pausa me respondió:
—Su corazón papá, su corazón.
Sara ya es universitaria - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez