Terapia felina
Era madrugada de un 19 de marzo cuando se despertó con los maullidos de un gatito que provenían de la azotea. Sabía que estrellita, su gata, estaba de parto y como los maullidos no cesaban pensó en subir a ver lo que sucedía. Hacía tiempo que le habían puesto unas prótesis en las rodillas y a pesar de que se defendía bastante bien, se había caído varias veces y ya tenía problemas para subir a la azotea. La escalera era muy empinada y los escalones algo resbaladizos. A pesar de ello se levantó, se puso la bata y subió. Al abrir la puerta vio a la recién nacida tumbada en el suelo y ni rastro de la madre. Cuando todos en la casa se fueron a dormir, la gata se dispuso a ejecutar su plan, pero seis crías eran muchas para una gata y para esta última no le quedaron fuerzas. La pequeña felina estaba helada y apenas se movía. Entonces la cogió, bajó las escaleras con ella en brazos e improvisó una cunita con una caja de cartón y unas toallas y la acostó al pie de su cama.
A la mañana siguiente, al llegar su hija buscó a la recién parida y puso la cría con el resto de la camada, pero fue rechazada por la madre. Entonces se fijó que esta cría era diferente a las demás. Mientras el resto eran bastante activas, esta apenas se movía, y cuando lo hacía era de forma descoordinada. La acercaban a las tetas de la gata pero no reaccionaba. Por ese motivo, al principio creyeron que era ciega, pero luego descubrieron que el animal tenía problemas de movilidad, como si tuviese una parálisis cerebral, realizando movimientos espasmódicos. Así la situación decidió devolverla al calor de la cunita y criarla ella.
A partir de ese momento volvía a sentirse útil ocupándose de aquel ser indefenso. Se la llevaba a todas partes, cuando iba a misa los domingos dejaban el coche a la sombra con la gata dentro. Al contarle la historia a su doctora, nos confirmó que la gata le había servido de terapia y que había notado una gran mejoría en ella, pues después de las intervenciones y la quimioterapia había estado decaída.
Mi suegra estuvo con nosotros tres años más, y Josefina, su gatita, aún hoy sigue entre nosotros.
Foto: Josefina en el coche de paseo .