Un técnico al aparato
Otro compañero con el que trabajé muchos años fue un ingeniero técnico en telecomunicaciones muy peculiar; creo que todas las historias de interés que contaba eran anécdotas de su abuelo paterno; me hubiera encantado conocerlo.
Una vez que tuvimos que realizar un viaje a una puesta en marcha, llevaba una multitud de maletas; hasta el punto de que el resto de nosotros tuvimos que facturarle parte del equipaje para que no le cobrasen el exceso. Viajábamos por la tarde para empezar al día siguiente a primera hora. Fuimos directamente al hotel a registrarnos antes de ir a cenar. Lo estuvimos esperando en el hall del hotel y no llegaba; entonces lo vemos realizando un trasiego de maletas, de la habitación al coche y del coche a la habitación, que aún hoy no he logrado entender. Pero eso sí, pidieses lo que le pidieses, él lo tenía en una de esas maletas.
Paradójicamente, a juzgar por su forma de actuar no se fiaba de las telecomunicaciones; cada vez que te enviaba un correo, se acercaba a tu mesa y te contaba el contenido del mismo a viva voz. Era tan educado, que una vez que tenía una avería y lo estaban agobiando con varias llamadas a la vez, a mi pregunta de si esta iba para largo, se levantó de la mesa, soltó el teléfono, respiró profundamente y dijo:
—¡Caramba Rito! ¡Un segundo, por favor!
Yo que me esperaba una reacción más explosiva, tuve que reconocer que pasara lo que pasara nunca perdería la compostura.
Tengo muchas anécdotas de este entrañable compañero; pero la más memorable fue cuando teniendo una avería informática en la conexión a la red corporativa llamó a los servicios informáticos; entonces la chica, tratando de diagnosticar el problema le preguntó:
—¿Ha comprobado usted que el cable de red está conectado?
—El cable, si señorita, está usted hablando con un técnico —respondió con aire de autosuficiencia.
Adivinando por la respuesta cual era la pregunta, me levanté y fui a comprobarlo mientras él seguía con el chequeo; entonces veo que el cable estaba efectivamente desconectado. Yo trataba de decírselo, pero él seguía con su interminable plática. No me quedó más remedio que levantar el cable y agitarlo delante de sus ojos. Se quedó rojo como un tomate y tartamudeando atinó a decir:
—Perdón señorita, me llaman urgentemente y tengo que ausentarme, luego la llamo.
Un técnico al aparato - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez