Una lección de humildad
A lo largo de mi trayectoria profesional he aprendido mucho más de mis colegas, y de los capataces y especialistas que han podido trabajar a mi cargo, que de mis superiores.
Al llegar a la empresa pensé que con mi preparación era capaz de afrontar todos los problemas que se me presentasen. Tenía los conocimientos teóricos suficientes y la capacidad de buscar la información necesaria. Pero cuando se produjo la primera incidencia me percaté que para solucionarla, era más útil el sentido común y una libreta, que todos los libros y tablas de cálculo.
Desde entonces bromeo con los colegas novatos:
—Deprisa, deprisa, coge las integrales, diferenciales, todos los teoremas y vamos a resolver la avería.
Una vez que estábamos haciendo una comprobación de mucha responsabilidad, un colega novato no paraba de preguntarme sobre los detalles de la prueba. En un momento dado, agobiado porque la verificación no estaba dando el resultado esperado, le dije:
—Por favor, espera un momento, que cuando acabe la prueba te explico todo.
—Pero es que…
—¡Espera, por favor!
—… Las pinzas del …
En ese momento caí en la cuenta que las pinzas que estaba utilizando para la prueba no eran las adecuadas y que mi compañero llevaba todo el tiempo tratando de advertirme.
Está claro que hay que ser humilde y estar preparado para aprender de todos.
Muchos de los antiguos capataces no tenían una amplia formación, pero tenían una gran experiencia, capacidad de observación y mucho sentido común.
Recuerdo una vez que estaba desayunando con uno, en una de las numerosas salidas a obra, cuando al ver los donuts, dijo:
—Hay que ver, una cosa que se fabrica en Teror y se vende en todo el mundo.
No supe cómo explicarle que se trataba de una franquicia, y que para Gran Canaria se elaboraba en Teror, pero en otros lugares la concesión la tenían otras fábricas.
En otra ocasión tratando de explicarle la utilidad del corrector ortográfico, con la esperanza de que se interesase por la informática, le dije:
—Acércate, este programa es capaz de corregir cualquier falta de ortografía que puedas tener. ¿Quieres probar?
—Escribe: “echa ponsimba”, a ver —respondió
Ante esta respuesta, casi me quedo mudo, entonces le dije:
—Hombre, esta es la versión de Word 2. Cuando salga la nueva versión, igual ya funcione mejor el programa.
Una lección de humildad - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez