Una maleta con vida propia
Teníamos que verificar la conexión del cable submarino en la nueva subestación del sur de Lanzarote. Para ello llevaba todos los equipos necesarios en una de las maletas como equipaje de mano. Y en la que facturé llevaba la ropa y los productos de aseo personal.
Al llegar al destino estuve esperando en la cinta una maleta que no llegaba. Sin creerme del todo lo que estaba pasando, me personé en el mostrador para hacer la reclamación.
Me atendió una chica muy profesional pero sin mostrar ninguna empatía. Yo esperaba que aquella empleada me pidiese perdón y que mostrase más ganas. Pero solo se limitó a tomarme los datos. Me adelantó que no llegaría hasta el día siguiente. Yo no salía de mi asombro. El viaje era de dos días y el equipaje llegaría cuando ya tendría que regresar.
Ingenuamente le pregunté que si eso era normal, se pierde una maleta y… ¿Eso era todo?
Entonces la inalterable empleada me dijo:
—¿Usted ve este mostrador? Pues uno igual encontrará en cada aeropuerto. Aquí somos tres compañeros trabajando en dos turnos. ¿Usted cree que si no fuese normal que se pierdan maletas, existiría esta oficina?
Ante esos argumentos, no cabía más que retirarse con la esperanza de que al día siguiente llegase la dichosa maleta.
Como tenía los equipos necesarios para realizar el trabajo, me tranquilicé. Al terminar la jornada me compré una camiseta y ropa interior. Y para el aseo personal me las apañé con el kit de cortesía del hotel.
Al día siguiente llamé al aeropuerto varias veces pero la maleta no llegaba. Me resigné a esperar que por lo menos llegase antes de la salida del vuelo de regreso a Gran Canaria, como así ocurrió finalmente.
Entiendo que para un empleado, que está haciendo su trabajo correctamente, es frustrante llevarse sin motivo una bronca del cliente.
Pero también hay que entender lo impotente que se sienten los clientes ante las grandes corporaciones. Aunque estas suelen disponer de los recursos para resolver sus necesidades, muchas veces son incapaces de transmitir un mensaje de tranquilidad para que no se sientan desatendidos.
Una maleta con vida propia - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez