Una verdadera joya
Si nos comunicamos con el mundo a través de los sentidos, yo debo ser autista virtual.
Nunca he tenido olfato para los negocios y cuando creí haber descubierto el olor del dinero, casi me estafan en una red de distribución piramidal.
También carezco de tacto con las mujeres; así se explica que cada vez que abro la boca meto la pata dentro. Con el tiempo he ido mejorando, pero debo reconocer que no soy lo suficientemente inteligente para conocer del todo a las mujeres. Agradezco convivir con tres que me han impartido un cursillo intensivo.
Por otra parte, tengo bastantes problemas de oído. Durante muchos años cuando mi mujer me hablaba no la oía. Por suerte tengo buena retentiva y con el tiempo he desarrollado la habilidad de almacenar en la memoria volátil la última frase que pronuncia justo antes de que me diga:
—¡No me estás haciendo ni puñetero caso!
Entonces repito mecánicamente la frase almacenada y quedo como un señor.
Con el gusto soy aun peor todavía, aparte de tenerlo pésimo vistiendo, en lo referente a la enología solo distingo tres variedades y una ni siquiera es vino: Blanco, tinto y vinagre.
De la vista ya he hablado, sin llegar a ser daltónico, mi apreciación del color se limita a una docena de colores: Negro, gris, blanco, rosa, marrón y los 7 del arco iris.
A pesar de todo me considero un individuo afortunado por tener el suficiente sentido común para reconocer mis limitaciones.
Eso sí, aunque tengo disminuidos mis sentidos, soy un sentimental.