Vigilia de la reina
Todas las mañanas Andamana se despertaba desnuda, a la entrada de los graneros situados en lo alto de los acantilados del noroeste de la isla. Desde este lugar se podía otear gran parte de la costa norte, entre la isleta y la montaña de Agáldar.
La misma pesadilla se repetía día tras día: Desde allí, justo antes de salir el sol, divisaba las naves de los conquistadores desembarcando en la playa situada en la desembocadura del barranco.
Sabía que la premonición que le había hecho el faycán de Telde estaba próxima. Finalmente sería su descendiente, Tenesor Semidán, él que se rendiría a los castellanos.
Es verdad que la historia la escriben los vencedores, pues a ese lugar se le conoce con el nombre de Silva, en honor al soldado castellano que dirigió las tropas, y no con él de Doramas, que fue el canario que finalmente dio la vida en la defensa de la isla y cuya primera batalla se libró en ese lugar.
Vigilia de la reina - © - Rito Santiago Moreno Rodríguez