Ya apuntaba maneras
Desde el principio empezó con fuerzas. Según leí en el informe fue un parto expulsivo. Ya estaba ingresada con dolores, pero como aún no había sido examinada, a mí no me permitían entrar. Así que me fui al coche a dar una cabezadita, pues la noche se presentaba muy larga. Apenas había cerrado los ojos me llamó un celador al móvil diciendo que ya había dado a luz y preguntaba por mí.
De camino al paritorio me contaron que había ido al baño porque tenía ganas de orinar; pero lo que en realidad hizo fue romper aguas, y con la misma, aprovechando la fuerza del torrente salió Sara. De tal forma, que si Tere no hubiese andado lista, la niña hubiese caído a la vasija.
Cuando llegué, ya había expulsado la placenta y tenía a Sara a su lado. La criatura tenía las cejas arrugadas, como si estuviera enroñada o le molestase la luz, pero no por ello cerraba los ojos. Me acerqué a ella todo ilusionado y me refunfuñó, sólo aceptaba el contacto de la madre. Después de un rato, me aconsejaron que las dejase porque tenían que descansar. Yo también lo pensé, sobre todo de Sara, ya que estaba claro que se había despertado de muy mal humor.
Al llegar a Gáldar, fui a casa de mi suegra para darle la noticia. Al preguntarme por la niña le dije:
—Guapa, sí que es guapa; pero el carácter, no lo puede negar, es el de su marido.
Con el tiempo mi suegra tuvo que reconocer cuánta razón tuve.
Al día siguiente miré en el santoral y hasta el nombre que le había tocado en suerte parecía un presagio: Perfecta.